martes, 30 de octubre de 2012

Bodrios (III). Imbert vs. Víctor Manuel

                                                             ALAS
Yo ejercía entonces la medicina, en Humahuaca. Una tarde me trajeron un niño descalabrado: Se había caído por el precipicio de un cerro.
Cuando, para revisarlo, le quité el poncho, vi dos alas. Las examiné: estaban sanas. Apenas el niño pudo hablar le pregunté:
- ¿Por qué no volaste m'hijo, al sentirte caer?
- ¿Volar? -me dijo- ¿Volar, para que la gente se ría de mí?
                         Enrique Anderson Imbert



EL NIÑO QUE VOLABA

Todos volaban tan bajo
y él se remontaba a las nubes más altas,
crecieron sus alas, menguaron los brazos
y fue construyendo su nido en un árbol.

Vaya sorpresa en las caras
cuando una mañana por la chimenea
se fue de la casa y al ver cielo abierto
extendiendo las alas como mariposa
en el aire volaba.

Fueron muy sabios doctores
los que le pidieron la pluma de un ala
para analizarla pero al separarla
la oyeron quejarse convertida en agua.

Pronto se fue de la escuela
porque distraía la clase y al dar la lección
se subía a la araña del techo y sin ser necesario
salía al recreo revoloteando.

Le visitaron museos de todos los mundos,
la jaula de oro le ofrecen algunos,
fortunas inmensas maltratan su orgullo
y un jeque le quiso hacer novio suyo.

Todo su afán consistía
en sentirse muy libre, romper las amarras,
beberse la vida, pasar de ataduras
de casa y familia y sólo regirse
por leyes no escritas.

La Fundación Rockefeller
son sus propietarios porque le cazaron
remontando el Tajo y todo Manhattan
respira aliviado, al fin consiguieron
el niño tan raro.
          Víctor Manuel San José

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