viernes, 25 de noviembre de 2011

Filmoppk (IV). Tiempos modernos



El cine aprendió a hablar con El cantante de jazz en 1927, según todos los entendidos (aunque recientemente apareció una película  ¡española! de 1923 con Concha Piquer cantando). Pues bien, nueve años después del estreno oficial del cine sonoro, Charles Chaplin presentaba Tiempos modernos, película muda. Fue un acto de rebeldía de uno de los más grandes de todos los tiempos. Cuando el cine sonoro se puso de moda, él nadó contra corriente y siguió haciendo cine mudo; sin ir más lejos, esta obra maestra. Para no parecer que estaba fuera de juego, al final aparece cantando en un idioma irreconocible (medio español, medio italiano). Esa fue su primera contribución al cine sonoro: crear un idioma porque, como él mismo dijo, Charlot no sabía hablar. Y le hizo cantar, pero en un idioma nuevo.

La película trata, según el rótulo con que comienza la película, de la búsqueda de la felicidad por parte del ser humano. Para alcanzarla, se deben sortear muchos obstáculos, pero, al fin, se puede conseguir. Para ello no es necesario, según se desprende de la película, la riqueza material. No hay más que recordar la secuencia en que se compara  la casa de Charlot y su chica (interpretada por su pareja de entonces, Paulette Goddard) y la típica casa burguesa, con jardín incluido. Y, por supuesto, el plano final con un Charlot y su chica recorriendo pobres, pero juntos, el camino de la vida.

Es una sátira atroz contra la industrialización y la alienación del ser humano ante la tecnificación de la sociedad. Muchas secuencias de la película fueron vistas en clave de defensa del comunismo, en una época en que en EEUU se veían fantasmas por todas partes. El cineasta tuvo que exiliarse porque las autoridades norteamericanas lo acusaron de pertenecer al Partido Comunista.  Si Chaplin tuvo una ideología, esa fue sin duda la acracia. Abominó de las masas; era un personaje individualista, no aceptaba diluirse en el grupo.
Nunca ganó un Oscar, lo que desprestigia a la Academia de Hollywood y no al artista. En 1972, medio arrepentida o medio avergonzada (o ambas cosas a la vez)  la Academia, le premiaron con el oscar honorífico.

Evidentemente no podremos resaltar ninguna frase genial de esta película, pero hay decenas de secuencias destacables : el primer plano de la película superpone una imagen de un rebaño (con su oveja negra, metáfora del propio Charlot) y un grupo de obreros dirigiéndose a la fábrica (metáfora de la alienación de las masas obreras), la secuencia en la que Charlot es elegido para probar una máquina que ahorrará tiempo al trabajador y podrá comer mientras trabaja, la metáfora de la máquina que engulle al hombre, la belleza plástica del patinaje en unos grandes almacenes o la conversión en héroe involuntario de la clase trabajadora cuando empuña un pañuelo rojo que se le ha caído a un camión e intenta dárselo y una multitud de obreros le sigue creyendo que encabeza una manifestación. Y, por supuesto, la ternura con que trata a los más desvalidos. En esta y en todas sus películas.

PD) La próxima película será Misterioso asesinato en Manhattan, de Woody Allen.  

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